
Ucrania: Colombianos y otros extranjeros combaten sin leyes y sin Estado
Desde que inició la guerra, Ucrania hizo un llamado a combatientes voluntarios para apoyarlos en el conflicto. Algunos les llaman mercenarios, pero los expertos explican que históricamente las guerras han evolucionado y que no todos los combatientes extranjeros se denominan de ese modo. Sin embargo, organismos como la ONU reconocen que los Estados carecen de leyes robustas al respecto, por lo que impera un riesgo latente de violación a los derechos humanos tanto a la sociedad civil, como a los mismos combatientes.
El Árabe y Jack llenaron el formulario de voluntarios para luchar con Ucrania en la guerra contra Rusia, así se llaman entre ellos por seguridad. Aunque muchos les llaman mercenarios, a ellos no les gusta. Aseguran que viajaron por vocación militar y que se quedaron allí por el pueblo ucraniano. “Lo hacen sentir a uno como en casa” dice el Árabe, quien lamenta el sufrimiento del pueblo ucraniano y lleva más de un año combatiendo con sus fuerzas militares, país que según él, le ha permitido continuar su carrera militar, pues en su natal Colombia no cumplió las exigencias del Ejército. Aunque dice estar feliz por seguir su vocación, el precio ha sido alto.
“Yo fui herido en combate, perdí una pierna en Donbás. Fue una situación al bordo de la muerte, perdí algunos compañeros, pero yo soy militar, estoy acostumbrado a todo eso”, cuenta el Árabe, quien defiende su posición de combatiente extranjero: “Cuando uno pisa el suelo del frente, se va da cuenta que la lucha y las motivaciones son distintas. No es lo mismo invadir un país que defenderlo. Yo no soy un mercenario”.
En el momento de la entrevista, este exsoldado colombiano se encontraba en la región de Sumy en el noreste de Ucrania, fronteriza con Rusia, que ha sido fuertemente bombardeada y es objetivo del mandatario ruso Vladimir Putin para anexionarla a su territorio, como ya lo ha hecho con un 20% del suelo ucraniano.
Otra de esas provincias Donetsk donde Jack, un ex auxiliar de policía estuvo en combates en 2022. “Yo entré varias veces y salí herido de zona de combate. Allá las batallas son muy diferentes a Colombia. Desde que usted se embarca en el carro y está en zona de combate, eso ya es artillería, drones kamikazes, minas antitanques, minas antipersonas, salen emboscadas”, relató.
Cuenta que empezó a luchar con el ejército ucraniano junto a unos 140 colombianos. De ellos solo 20 quedaron vivos. Corrió con suerte durante ese año y medio que estuvo en Ucrania, regresó a Colombia para recuperarse de sus heridas, pero dice que quiere volver, “yo luchaba porque me nacía defender un país que realmente necesitaba y estaba siendo invadido, haciendo cosas que no debían hacer, porque yo miraba cómo mataban niños, abuelitos, muchachos”. Jack cuenta que la población les pedía que los apoyaran y el volvía a entrar en combates.
“Es una guerra, van a ganar o a morir”Los mortíferos bombardeos que a veces se difunden por la red social TikTok donde los mismos combatientes extranjeros hacen llamados a sus connacionales a unirse al ejército de Kiev, no desaniman a los cientos de exsoldados, exvigilantes y expolicías que emprenden su viaje a la guerra en busca de un salario en dólares. “Allá nos pagaban 3.000 dólares, a veces 2.000, 2.500, depende de la línea. Entre más peligro, más pagaban”, explica Jack.
Entre más alta es la suma de dinero, más riesgo corren sus vidas, aunque cuentan también que esa suma se puede ver disminuida por casos de corrupción entre los mismos compañeros.
El expolicía asegura que todos los que se inscriben en el conflicto conocen los riesgos. “Porque es una guerra, saben que van a ganar o van a morir. No es un juego y si van ansiosos a ganar mucha plata o van para eso, ténganlo por seguro que no van a volver o más de uno vuelve sin extremidades". Según él, un 90% lo hacen por dinero.
Sin embargo, el sargento retirado Héctor Bernal, que asesora a empresas privadas de seguridad y fuerza pública en asistencia médica en combate y reside en Colombia, señala que no todos son conscientes de lo que implica esta guerra.
“Algunos son conscientes, otros no entienden la magnitud del conflicto. Yo siempre les digo: una cosa es el conflicto armado en Colombia, Ucrania es otro nivel, allá no hay soldados y el índice de mortalidad es muy alto porque en este momento se está desarrollando la guerra de los drones, y los explosivos, por eso el índice de muerte en el campo de batalla es muy alto”, señaló Bernal. También se interroga por el objetivo de quienes luchan en Ucrania, “Todos los que han regresado acá a Colombia, han regresado enfermos y sin dinero. Hay unos muchachos que llegaron con problemas psicológicos, estrés postraumático de la guerra”, lamentó.
De Ucrania a una prisión rusaA veces también son sus familias las que lamentan esta decisión. Es el caso de Lizeth, la esposa de Miguel Ángel Montilla quién fue capturado por las fuerzas rusas y condenado por mercenariato a 9 años de prisión el pasado abril.
Él trabajaba como vigilante en un centro comercial de la ciudad de Cali y su compañera recuerda los planes que hacía al regresar a casa en su bicicleta. “Él empezó a escuchar que necesitan voluntarios para ir a Ucrania y que les pagaban muy bien, que lo que se hacían aquí en Colombia en un año, allá se lo hacían en 15 días, le iluminaron los ojos”, indicó.
El viaje de Montilla para mejorar sus condiciones económicas terminó en una prisión rusa y no es el único, pues Moscú castiga con entre siete y 15 años de cárcel el mercenariato. Según la prensa independiente, el Kremlin también utiliza a miles de extranjeros de países como Kirguistán, India o Cuba en su guerra. Para Ulrich Petersohn, profesor de políticas internacionales en la Universidad de Liverpool que investiga el impacto de empresas de seguridad privada y mercenariato en guerras civiles, es una muestra de doble rasero.
“A menudo, el término mercenario se usa simplemente para describir a personas que no te agradan o que no te gusta lo que hacen. Por ejemplo, Rusia arrestó a combatientes extranjeros que vestían uniforme ucraniano y los etiquetó como mercenarios. Es un caso donde se aplica una doble moral. En primer lugar, si vestían uniformes ucranianos y eran miembros de las fuerzas armadas ucranianas, merecían el estatus de prisioneros de guerra y no eran mercenarios. Por otro lado, si los rusos se miraran, ellos básicamente hacen lo mismo. Están en el extranjero y emplean, por ejemplo, a sirios en sus fuerzas armadas, pero no los etiquetan como mercenarios”, señaló Petersohn.
Un marco legal casi inexistenteEl marco regulatorio internacional para quienes participan en conflictos en países extranjeros es casi inexistente. Solo unas 37 naciones, entre las que se encuentra Ucrania han ratificado el convenio de la ONU contra el mercenariato que criminaliza esta actividad, pero aceptan la existencia de las llamadas empresas de seguridad privada que en ocasiones proveen servicios de mercenarios y carecen de regulación estatal.
Jovana Jezdimirovic Ranito, presidenta del grupo de trabajo de Naciones Unidas sobre mercenarios, reconoce que el caso de Ucrania es difícil de clasificar. “Claro que se trata de un conflicto entre Estados, pero hay diferentes tipos de actores involucrados. Tenemos empresas militares privadas, actores relacionados con mercenarios, y también observamos mucho reclutamiento predatorio, que se refiere a las prácticas en las que un actor recluta en lugares donde la gente se encuentra en una situación económica o social difícil, ofreciéndoles condiciones que no pueden obtener en sus propios países, especialmente en lugares históricamente afectados por conflictos”.
Colombia con más de 60 años de conflicto armado tiene cientos de exveteranos y expolicías con experiencia militar, aunque no solo ellos van a Ucrania, pues según los testimonios, el único requisito es comprar el tiquete de avión.
Una de las razones para este reclutamiento masivo que también tiene voluntarios de Georgia, Perú, Chile y otras tantas nacionalidades es que los Estados no cuentan con recursos para prepararse para un conflicto eterno, explica Jezdimirovic: “Los Estados no tienen recursos para financiar el conflicto indefinidamente, por lo que usualmente en algún momento van a necesitar cierto apoyo por diferentes medios y si eso no es posible conseguirlo a nivel nacional, necesitan buscarlo a nivel internacional”.
La RAE define a un mercenario como todo aquel que participa en un conflicto extranjero a cambio de dinero. Es una actividad muy criticada por los riesgos a la violación de derechos humanos, pero los expertos coinciden en que hay matices y no necesariamente un combatiente extranjero se convierte en mercenario. Se estudian factores como si el combatiente obtuvo residencia o no, si lo hace solo por dinero, si ha tenido entrenamiento calificado previo, si están vinculados directamente con el gobierno y guiados por las fuerzas militares o si son contratados por empresas privadas. El debate es amplio y aún difuso.
“No existe ningún organismo específico a nivel internacional encargado de vigilar esta actividad” dice la convención de Naciones Unidas. A nivel nacional, los marcos regulatorios de los gobiernos son también contradictorios. En tiempos de guerra, los límites pueden volverse inexistentes.
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